obras


1 junio - 5 septiembre 1999


CON EL PATROCINIO DE LA FUNDACIÓN BANCAJA

Desde el 1 de junio y hasta el 5 de septiembre de 1999, el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid presenta una exposición antológica del pintor italiano Giorgio Morandi (1890-1964), organizada conjuntamente por el Museo Thyssen-Bornemisza, el IVAM Centre Julio González de Valencia y el Museo Morandi de Bolonia, y patrocinada por la Fundación Bancaja. Tras su presentación en Madrid, la muestra viajará al IVAM Centre Julio González de Valencia, donde podrá visitarse desde el 24 de septiembre hasta el 5 de diciembre de 1999. De forma simultánea a la exposición de Madrid, se presentará una selección de grabados y acuarelas en el Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente de Segovia.
A través de un centenar de obras, principalmente óleos y algunos dibujos y acuarelas, esta exposición ofrece un completo recorrido por la trayectoria artística de Morandi, un pintor poco conocido por el gran público pero cuya obra sobresale por su gran calidad y por su alto grado de refinamiento. Nacido en Bolonia, ciudad en la que transcurrió toda su vida artística, Giorgio Morandi es un artista intemporal, con un lenguaje totalmente personal en el que ha quedado reflejado como en muy pocos la esencia de la modernidad. Aunque se trate de un pintor aislado, que no puede enmarcarse en ninguno de los grandes movimientos del arte contemporáneo, su obra ilustra de un modo muy claro las ideas fundamentales para entender la historia del arte del siglo XX.

Tras beber de las fuentes del cubismo, principalmente de Cézanne, y tras una corta relación con los pintores futuristas de su generación, se aproxima al grupo metafísico italiano (Carrá, de Chirico, etc.) del que puede considerarse su mejor representante. Sin embargo, ya en 1920 abandona el grupo y elabora un estilo propio e inconfundible, que nunca abandonará y que se caracteriza por un lenguaje pictórico de gran pureza y elegancia. Morandi siempre trabajó dentro de una pintura figurativa, fundamentalmente bodegones y, esporádicamente, algunos paisajes, que paulatinamente se fue haciendo más simbólica. En sus cuadros utiliza, casi exclusivamente, una gama de colores apagados que van desde el ocre y el rosa a los azules pálidos o grisáceos, pero ante todo destaca su magistral uso de la luz.

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