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Jean-Baptiste-Camille Corot,
La soledad. Recuerdo de Vigen, Limousin, 1866,
óleo sobre lienzo, 95 x 130 cm.

Antes que en América, fue en la Europa del siglo XIX donde una concepción secularizada del paisaje dio paso a los primeros cuadros pintados directamente del natural. Constable, Corot y Daubigny emprendieron los primeros pasos en este sentido animados por el ejemplo de los artistas holandés del siglo XVII; sin embargo, su pintura es todavía deudora de una visión romántica y sentimental de la naturaleza. Courbet rechaza ya a mediados del siglo XIX todo resto de trascendencia, como lo harán también más tarde Boudin, Jongkind, Mauve, Lhermitte, Israëls -predecesores de Van Gogh-, con una pintura que se vuelve espesa al tiempo que ve desvanecerse el referente. En España un camino parejo lo recorrieron Haes, Martí Alsina y Rico. Pero el naturalismo no sólo afectó al género del paisaje; también está presente en las escenas de género de artistas como Madrazo y Lobre, cuyo refinamiento en el color e interés por los reflejos sustituye a cualquier afán moralizador.