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Frederic Edwin Church,
Paisaje Sudamericano 1856,
óleo sobre lienzo, 59,5 x 92 cm.

 

La presente exposición intenta ilustrar este proceso a través de tres grandes conjuntos temáticos centrados en la tradición pictórica de los Países Bajos, la pintura norteamericana y la pintura europea del siglo XIX.

Los pintores holandeses del siglo XVII fueron los iniciadores del naturalismo pictórico. En su afán por plasmar el entorno que les rodeaba de una manera verosímil, realizaron frecuentes esbozos y estudios al aire libre. Más tarde, ya en el taller, aquellos eran reinterpretados en el seno de composiciones equilibradas, perfectamente acabadas. Más que permanecer fieles a una realidad concreta, los paisajes y vistas urbanas de artistas como Van Goyen, Ruysdael, De Witte y Van der Neer expresan la prosperidad de la joven nación holandesa y afianzan el sentimiento religioso del espectador a través de la monumentalización del paisaje, el empleo de la luz con un valor simbólico, el amplio desarrollo de los celajes, etc. De modo parejo, las escenas de género de Steen, De Hooch y Vrel poseen un marcado sentido moralizador.

Los artistas norteamericanos del siglo XIX, por su parte, no dudaron en hacer del paisaje el género artístico por excelencia, convencidos de que su pueblo había sido agraciado con el usufructo de un territorio edénico. Ciencia, arte y religión, cada una a su manera, compartían así una aspiración común: desvelar los secretos del Libro Sagrado de una naturaleza no corrompida por la civilización, a diferencia de la europea. Tal pensamiento recorre la obra de artistas como Church, Bierstadt y Kensett, cuyos óleos conjugan el acercamiento casi científico a la naturaleza -esto es, la detención en el detalle más minucioso- con la expresión de su sacralidad -en este caso, mediante el empleo de composiciones efectistas-. La sacralidad del paisaje -característica del arte norteamericano hasta las últimas décadas del XIX- también se aprecia en el luminismo de Heade, Richards, Jones y Hart -herederos todos ellos de la pintura holandesa del siglo XVII-, cuyas obras respiran silencio y misticismo en sus luces resplandecientes, su estatismo y la estricta ordenación de los motivos.