Jan Van Goyen,
Paisaje fluvial con ferry, botes y cabañas, 1634,
óleo sobre lienzo, 112,6 x 151,8 cm.

 

El naturalismo constituyó una corriente artística de límites imprecisos que durante casi tres siglos surco la pintura occidental, hallando su culminación en el siglo XIX. Frente a la pintura de historia y el retrato, tradicionalmente considerados como los géneros artísticos principales, el naturalismo se nutrió de las conquistas plásticas llevadas a cabo en el seno del paisajismo, de las escenas de vida y costumbres cotidianas -también denominadas "escenas de género"- y de los bodegones o naturalezas muertas. Precisamente por considerarse géneros menores, ninguno de ellos estuvo sujeto a la rígida reglamentación de los cuadros mitológicos, religiosos o alegóricos, obligados estos últimos a embellecer la realidad concreta en función de "lo ideal". Ello redundó en una observación directa de la naturaleza y en el progresivo abandono de las fórmulas de taller.

No obstante, como contrapartida de la progresiva secularización de la pintura obrada en los siglos XVIII y XIX, lo que en un comienzo había constituido un afán de plasmar la realidad sin artificios se tornó en la toma de conciencia de los problemas y límites de la representación. Así, desde mediados del siglo XIX, será la pintura en sí misma, más que determinado referente concreto, la que atraerá la atención de los pintores más adelantados.