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Las diversas fórmulas de la abstracción pictórica que se desarrollaron en la década de 1910 tienen en común no sólo que rechazan la función imitativa del arte en relación a la realidad externa, sino igualmente que cuestionan la relevancia epistemológica de la naturaleza exterior. Franz Marc hablaba en 1915 de la “fealdad” y de la “impureza” de la naturaleza. Giacomo Balla, en su Manifiesto sobre el color escribía que “la reproducción pictórica naturalista no interesa ni puede interesar a nadie”. La abstracción artística intuyó el fenómeno que se presentó como su circunstancia, el de una guerra devastadora e “invisible”, el de una guerra de combatientes camuflados, y se prestó a la moderna representación del combate armado como cartografía de energías anónimas.