Hopper

Escenas de interior

Las escenas de la vida cotidiana situadas en interiores domésticos constituyen un género muy conocido en la historia del arte cuyo paradigma original se encuentra en la pintura holandesa del siglo XVII. Por su propia naturaleza se asocian espontáneamente con la expresión verbal, bien porque describen ciertos personajes o situaciones sociales que se nos presentan como típicos, bien porque sugieren alguna historia que nos parece de algún modo familiar, bien por una combinación de ambas características.

Edward Hopper (Nyack, 1882 - Nueva York, 1967). Mañana en una ciudad.
- Año
- 1944.
- Técnica
- Óleo sobre lienzo. 112,6 x 151,9 cm.
- Propiedad
- Williams College Museum of Art, Williamstown; Legado de Lawrence H. Bloedel, Curso de 1923; inv.: 77.9.7
En el siglo XIX el género adquirió una gran popularidad y fue cultivado,
entre otros, por Manet y los pintores del grupo impresionista. Los escenarios
se ampliaron para incluir lugares públicos, tales como los interiores
de teatros, cafés, hoteles, etc. El motor de esa transformación era
el deseo de los artistas modernos de reflejar las nuevas costumbres y los
nuevos estados de ánimo inducidos por los cambios sociales de la época,
especialmente los que derivaban del crecimiento rápido y desordenado
de las nuevas metrópolis industriales y financieras, como París, Londres
o Nueva York. De entre los pintores del siglo XIX fue Degas quien mejor
comprendió que esa modernización de los contenidos exigía una modernización
paralela de los recursos pictóricos. Para lograrlo experimentó con
el encuadre y con la composición, aprovechándose del nuevo instrumento
de producción de imágenes que era la fotografía, y jugó a fondo con otros
recursos, como la iluminación, la construcción del espacio pictórico y la
ubicación del espectador respecto de la escena representada.
Hopper, que era un gran admirador de Degas, se apoyó en sus descubrimientos,
pero los amplió considerablemente y los adaptó a las corrientes
culturales y a los lenguajes visuales del siglo XX. Le atrajo especialmente
el cine, un medio que potenciaba enormemente las posibilidades narrativas
de las imágenes, y con el que estableció a lo largo de su vida un complejo
diálogo de préstamos e influencias mutuas. Fue quizá, en parte al
menos, por la influencia del cine por lo que en los últimos años de su vida
su pintura se fue transformando gradualmente para dar cada vez más importancia
a la luz.