Hopper

El paisaje norteamericano

El paisajismo había sido el género más importante de la pintura norteamericana
del siglo XIX. Aunque cultivó también otros tipos de pintura, el
rápido crecimiento de la reputación de Hopper durante la segunda mitad
de los años veinte se debió sobre todo a sus paisajes. Su obra, sin embargo,
supone una ruptura respecto de la tradición decimonónica, ya que
se centra sobre todo en las vistas urbanas de Manhattan o en las zonas residenciales
de las periferias urbanas. Lo hace sin condescendencia alguna,
subrayando la vulgaridad y la inhospitalidad de los lugares pintados.
Un ejemplo característico lo encontramos en su representación de los
puentes suspendidos que unen Manhattan con Brooklyn, grandes obras
de ingeniería que suscitaban la admiración popular pero que él representa
como espacios ásperos y desolados en los que lo único que parece interesarle
es su complejidad visual.
Aunque Hopper pintó también paisajes abiertos, frecuentemente situados
en las cercanías de Cape Cod, lugar donde había construido una casaestudio
en la que solía veranear, sus temas preferidos siguieron siendo las
obras debidas a la mano del hombre. Con el transcurrir de los años dedicó
una atención cada vez mayor a las casas aisladas, presentándolas frecuentemente
como indicios o síntomas de una cierta manera de vivir y situarse
ante la vida. En Dos puritanos encontramos un buen ejemplo de esa transformación
de lo arquitectónico en psicológico.

Edward Hopper (Nyack, 1882 - Nueva York, 1967). Gasolina.
- Año
- 1940.
- Técnica
- Óleo sobre lienzo. 66,7 x 102,2 cm.
- Propiedad
- The Museum of Modern Art, Nueva York.
Mrs. Simon Guggenheim Fund, 1943; inv.: 577.1943
Además de casas los cuadros de Hopper representan carreteras, gasolineras,
vías o estaciones de tren, construcciones que se asocian a la movilidad
geográfica y al desarraigo, unos rasgos sociales que se fueron acentuando
con la depresión económica de los años treinta y quedaron inscritos
profundamente en el imaginario colectivo norteamericano.
Durante los últimos quince años de su vida, al tiempo que la producción
de Hopper se hace todavía más lenta, sus composiciones se hacen
más simples, su materia pictórica más seca y ligera y sus escenas más
expresivas, llegando en algunos casos a evocar la pintura de los primitivos
italianos, como Giotto. Un buen ejemplo de todo ello puede verse en
Mañana en Carolina del Sur.