Dadas las dimensiones del cuadro y el gran peso añadido por su marco, el descolgado de su lugar habitual de exposición al fondo del hall central del Museo, suponía contar con un equipo de ocho personas, así como la instalación de un andamio y el uso de una grúa para ayudar en la manipulación. Una vez en el suelo, se procedió a desenmarcarlo para embalar y guardar el marco por un lado, y embalar y trasladar el lienzo a una zona del Museo donde comenzarían los estudios previos a su restauración.